De vez en cuando, me gusta revisar mis álbumes de fotos. Pensar cómo era ese momento en el que mi imagen o la de mis personas queridas quedaron plasmadas para siempre. Volver a revivir aquellos instantes en los que,quizás,alguien me dijo "dí patata" o "sonríe a la "cámara"... En uno de esos álbumes siempre me encuentro con la foto de mi bisabuela. Por desgracia, no conocí a ninguno de mi abuelos ya que fallecieron antes de venir yo a este mundo. Pero la tuve a ella. Y, precisamente en su honor, me pusieron su mismo nombre: Amalia. Murió muy mayor y siempre recordaré cómo le gustaba tomar el caldito que hacía mi madre o las aceitunas tan ricas que mi padre traía de Sevilla. Pasaba el invierno en Madrid y el verano en Asturias. Fue una gran luchadora, una gran trabajadora y una cocinera excelente. Tenía los ojos azules y muchas veces se levantaba diciendo: "esta noche morí y resucité". Hasta aquel día en que no volvió....
Son aquellos recuerdos que guardamos dentro los que no se olvidan nunca, son nuestra base, nuestro principio. El día que no nos acordemos de esos momentos de la niñéz malo, malo de verdad.Sabes que yo cuando tenia seis años tenía que mecerle la cama a mi abuela Dolores y cantarle una canción, le hacía gracia y se quedaba dormida.A lo que llegamos.
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