
El domingo pasado, en la parroquia de Seoane (Carballiño), en Galicia, ocurrió una curiosa anécdota durante la celebración de la misa. En el momento de la consagración, el párroco se percató de que el cáliz no contenía vino como es habitual, sino licor de café. Su olfato notó un fuerte olor y, ante ésto, decidió suprimir la consagración. La explicación es que,según parece, el sacerdote se dió cuenta de que no había vino y envió al sacristán a su casa para buscarlo pero,por error, éste "se convirtió " en licor de café. Nada de milagro, sino que el párroco dice que fue debido a que el pobre sacristán tiene una edad muy avanzada..