
Estaba allí,en plena carretera, aprovechando los pocos minutos de parada de los semáforos,para deleitar a los conductores con unos números de malabarismo. Nadie le hacía mucho caso, pero su sonrisa dulce y su aspecto angelical me emocionó. Saqué unas monedas y se las ofrecí. Se acercó a mí esquivando los otros coches. Desafortunadamente,con las prisas, no conseguí abrir la ventanilla y el semáforo se abrió de nuevo. Entonces, se quedó allí, con su sonrisa inolvidable pegada en el cristal de la ventanilla y su mano abierta para recoger mi pequeño donativo. Fue ya tarde y no pudo ser. Pero me quedó una sensación de enorme tristeza. Espero volver a verte para ser más rápida la próxima vez y poder agradecer tu gesto tan cándido y tu sonrisa....Esta vez me hubiera gustado que los semáforos tardaran más tiempo en dar paso.