El otro día una vecina de toda la vida se fue para siempre. El pasado año también perdimos a otra. Cada vez que sucede algo así, me detengo a pensar en los tiempos pasados. Esta casa,tan familiar, en la que todos los vecinos éramos buenos amigos y nos apoyábamos en los momentos difíciles. En las navidades, tomábamos juntos una copita de sidra para brindar y pedir salud y felicidad para todos. Ya nada es lo mismo. Ahora hay muchos que ya no están. Recuerdo que,durante la enfermedad de mi querido padre, cuando yo caminaba por la calle absorta en mis pensamientos tan tristes pues sabía que el final se acercaba, miraba los árboles,las casas y me decía a mí misma que,el día que mi padre ya no estuviera, todo eso seguiría allí. El mismo árbol, la misma casa... pero él ya no podría verlo. Me da pena que todo se termine algún día. Tengo que confesar que soy una gran cobarde. Le tengo miedo a la muerte, a la enfermedad, a los hospitales...Sé que algún día ésto tiene que llegar pero sólo la idea me deprime. Miro mis libros, a los que tanto adoro, a mis cosas, a mis recuerdos y empiezo a meditar qué será de ellos cuando yo ya no esté aquí. Nadie los querrá como yo porque, lógicamente, no significarán lo mismo que para mí. En fín, la vida es un paseo que algún día tiene que terminar....Sólo pido que el final sea dulce.